ENTREVISTA AL PROFESOR VÍCTOR ACOSTA

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"Estamos instalados en el modelo de esperar al fracaso escolar para actuar"

Tras ocho años como vicepresidencia de la Asociación Española de Logopedia, Foniatría y Audiología (Aelfa), Víctor Acosta, profesor de la Universidad de La Laguna, asumió la presidencia de la entidad el pasado mes de julio y se convirtió en el primer canario en ocupar este cargo. Convencido de que los problemas lingüísticos están en el origen de las altas tasas de fracaso escolar que presentan las Islas, Acosta centra gran parte de sus objetivos en impulsar el acceso de los logopedias al sistema educativo para contribuir a paliar esta situación.

¿Hacia dónde debe ir la asociación en los próximos años?

El primer objetivo es potenciar todos los ámbitos científicos que cubre Aelfa en el campo de la logopedia, la foniatría y la audiología, y no solo a nivel nacional, sino especialmente a nivel internacional. También es un objetivo estratégico que los colegios profesionales de todas las comunidades autónomas -aunque en Canarias está en vías de creación- pertenezcan a la asociación.

¿Cuándo podrán los logopedas trabajar en el sistema de enseñanza?

En Cataluña ya han recogido una disposición ministerial que prevé que las carreras sanitarias, como Logopedia, puedan tener menciones en el desarrollo de sus grados. Eso supone que haya dos menciones: clínica y educativa. Simultáneamente se está hablando con las comunidades autónomas para que reconozcan a los titulados con créditos en educación para que puedan trabajar en los centros escolares. El escalón más importante es el Ministerio, que puede destinar recursos a crear esa figura en los equipos psicopedagógicos, de forma que con ese dinero transferido la Comunidad Autónoma cree las plazas necesarias.

¿Hay predisposición por parte de ambas administraciones?

En cuanto a la Administración canaria, no lo sé, sobre todo por la situación de crisis. Mi objetivo es que se reconozca la figura, y en el momento en que haya disponibilidad económica se dote. Tenemos datos que apuntan a la necesidad de contar con este profesional, máxime cuando, por primera vez, el Ministerio ha convocado a expertos para afrontar los enormes problemas de lenguaje hablado y lectura que tenemos en las escuelas. La contribución que pueden hacer los logopedas es importante. Son profesionales extraordinariamente formados. La Laguna ocupa el segundo lugar de lostrabajos publicados.

¿Se han resistido las administraciones a admitir que parte del origen del fracaso escolar reside en cuestiones lingüísticas?

No es que no lo reconozcan, es que no ponen el remedio donde hay que ponerlo. Cuando se habla de fracaso escolar se atiende sobre todo a razones de tipo estructural: entrenamiento de profesores, ratios, funcionamiento de los centros? No existe un modelo, como en otros países occidentales, dedicado a la identificación temprana de niños con riesgo de tener problemas de lectura. Estamos instalados en el modelo de esperar al fracaso, que consiste en que hasta los siete u ocho años no se etiqueta a los niños. Entonces decimos que tienen problemas de lectura. Hemos perdido un tiempo precioso, porque es en la etapa de educación infantil cuando el niño tiene mayor plasticidad para aprender una lengua. Lo que hay que hacer es introducir a los niños en situaciones lo más favorables posibles. Podemos identificar niños con perfiles de riesgo a los cuatro años, por lo que podemos actuar entonces, y no esperar a los siete u ocho. Si esto lo analizamos en el panorama canario, existen dos grandes grupos que son fácilmente detectables a esa edad.

¿Cuáles son esos dos grupos?

Hay niños que viven en entornos sociofamiliares de cierta pobreza, en hogares con pocos hábitos de lectura y de hablar, de manejo de escritura, de todo lo que llamamos alfabetización temprana. Ese es un primer grupo, que en Canarias es muy importante. Cuando llegan a la escuela, lo hacen sin esa base. Hablan poco, no hacen preguntas? Alrededor de un 20 o un 25% de los niños de cuatro años tiene esa etiqueta de riesgo. Otro grupo no tiene que ver solo con cuestiones sociofamiliares, sino de funcionamiento neuropsicológico o psicolingüístico. Por su estructura cerebral tienen dificultades para comprender y expresar el lenguaje de una forma completa, para hacer inferencias? También son un número importante.

¿Cómo trabajar con ambos?

Primero hay que identificarlos. Es muy importante trabajar con las familias. La Consejería de Educación está instalada en un sistema que no es el óptimo. No se trata de elaborar programas "per se". Para que sean realistas, se ejecuten y se evalúen, tenemos que intentar conocer cómo son los centros educativos, los profesionales que trabajan en ellos y los padres de los niños. Lo que no ha funcionado hasta ahora es traer un programa de un país y aplicarlo en Canarias. Los centros son muy distintos, su forma de trabajar, las creencias de los profesores y la presión que tienen desde el punto de vista administrativo también lo son. Hay que incorporar el análisis de lo que se hace en las aulas como un elemento más de la evaluación. Cuando diseñemos los programas tendremos que adaptarlos a cada una de las realidades de los centros. Hay programas buenísimos para corregir la lectoescritura. El problema es introducirlos en una realidad que se llama escuela y que es muy compleja y distinta.

También lo son las realidades sociales y familiares.

No es lo mismo trabajar con familias en el paro, en situaciones marginadas, en el sector servicios del sur, en la agricultura del norte? También hay que hacer un análisis de las estructuras familiares. No veo mucho sentido a los programas de animación a la lectura.

Lo crucial está en cómo introducir los elementos básicos de un programa en las rutinas, en lo habitual, en la forma de llevar a cabo unas dinámicas y el aula. Ahí está el quid de la cuestión: que el programa forme parte de la actividad normal de la familia o de un profesor en el aula. Si vas a una clase de educación infantil, a primera hora de la mañana los profesores leen cuentos. Pero hay que analizar si esos materiales son los apropiados para los niños o para todos los niños que están en el aula. Tenemos niños con problemas de lenguaje y otros que vienen de condiciones socioculturales deprimidas, y los materiales tienen que estar adaptados a ambos. Pero también hay que conocer las estrategias de los profesores. El problema no es que en los centros no se

hagan tareas relacionadas con esto, sino que hay una parte de los niños en condiciones de riesgo que no pueden seguirlas si no se adaptan a sus características.

¿Es realista ese objetivo?

Creo que sí. La formación inicial del profesorado no es la óptima. Por ello, habría que dar la batalla en la formación permanente, con un modelo no basado en cursos, que es el que emplea la Consejería. ¿Qué centros están dispuestos a formarse para corregir las dificultades del lenguaje y el aprendizaje inicial de la lectura sean objetivos prioritarios?

Pues habría que empezar a dotarles de formación en el propio centro. Yo creo que los profesores están muy comprometidos con su tarea; trabajan, y mucho. Pero si hay déficits o lagunas en la formación inicial, hay que convencerles de que, igual que en otras profesiones, hay que seguir formándose de manera continua para dar respuesta a nuevos problemas que aparecen. En la enseñanza a veces esto no se acaba de ver como una necesidad.

¿Los problemas de lenguaje están relacionados también con los malos resultados en otras materias, como las matemáticas?

Hay una especie de ciclo: la relación entre el lenguaje oral y la lectura y entre ambos y el resto del currículum. Que el niño que tiene problemas de lenguaje oral va a tenerlos también de lectura está más que comprobado. Pero también va a tener problemas en matemáticas, porque la comprensión de problemas aritméticos implica lenguaje.

Cuando a un niño le enuncias un problema y no entiende una palabra, se detiene ahí y no sigue. Los problemas de lenguaje oral están conectados con todas las áreas del currículum. Debería ser obligatorio que los niños tuvieran una prueba de su madurez psicolingüística entre los cuatro y cinco años, porque los problemas lingüísticos condicionan el rendimiento en otras áreas. Pero podemos ir más lejos: muchos problemas de conducta también son consecuencia de problemas de lenguaje. El niño que no atiende, que deja de escuchar porque a la tercera palabra ya no comprende, empieza a hacer otra cosa, que es molestar al compañero, pensar en las musarañas o balancearse. La situación económica es complicada, pero habría que hacer un esfuerzo para dotar a las escuelas y familias de los elementos básicos que conforman la alfabetización, y el primero es el lenguaje.

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